Una sensación amarga en la boca del estómago que me esforzaba por ignorar, pero que siempre volvía. Acostumbrada a que por todo lo bueno, hay algo malo. Debí darme cuenta que estaba jugando con fuego, pero es que éste es tan hipnotizante, tan deslumbrante y cegador que, antes de que puedas darte cuenta, te quemó y te consumió.